El primer viaje internacional de Pedro Sánchez tras lograr por tercera vez una investidura deja las cosas muy claras. El jefe del Gobierno es el líder europeo que con más rotundidad ha criticado ante el propio Benjamín Netanyahu el bombardeo de civiles en Gaza. También se ha desplazado a Egipto para ofrecer más ayuda a los palestinos desplazados y termina el viaje en Rafah, la frontera entre la Franja y Egipto por la que está pasando la ayuda humanitaria asociada a la tregua. Un viaje lleno de gestos políticos en el que se ha mostrado como el presidente europeo más comprometido con la presión a Israel para que pacte un alto el fuego más duradero que el de cuatro días que empezaba este viernes.
Sánchez, que ve cómo a su alrededor la ultraderecha va obteniendo victorias electorales —solo en esta semana, Argentina y Países Bajos—, vuelve a España tras dos días intensos con un mensaje nítido de su política internacional: tiene claro que Israel es un aliado y ha hecho todo lo necesario para demostrárselo —expresó su solidaridad con el pueblo israelí, dijo que tiene derecho a defenderse, visitó a sus líderes políticos y se reunió con familiares de los secuestrados y realizó una conmovedora visita al kibutz Beeri, epicentro de la matanza de Hamás—, pero también quiere liderar en Europa la corriente, que incluye a buena parte de los progresistas pero no solo, que rechaza la política de Netanyahu de guerra sin cuartel en Gaza con más de 14.000 muertos, 5.000 de ellos menores, según las autoridades de Hamás. El presidente del Gobierno ha aprovechado para anunciar el envío de cuatro toneladas de material médico para los hospitales egipcios que atienden a refugiados de Gaza y para garantizar que España seguirá aumentando su ayuda humanitaria a la Franja, que ya se ha triplicado hasta acercarse a los 50 millones de euros.
Esa posición, que le llevó a decirle a Netanyahu abiertamente que la cifra de palestinos muertos “es insoportable” y le pidió “frenar la catástrofe humanitaria”, provocó la reacción de Netanyahu, que sostiene abiertamente que Hamás es “el nuevo Hitler” y no van a parar la guerra hasta erradicar su poder en Gaza. El contraste se vio en público —Sánchez dijo que España sabe, por la experiencia de ETA, que “el terrorismo no puede erradicarse exclusivamente por la fuerza”, mientras Netanyahu dijo que “si no se lucha contra los bárbaros, vencerán”— pero fue aún más fuerte en privado. El propio Sánchez, en una conversación informal en el avión con los periodistas que le acompañan en el viaje, admite la cita que mantuvieron con Netanyahu él y el primer ministro belga, Alexander De Croo, fue “dura, muy dura”. No solo por la distancia de las posiciones entre los europeos y el israelíes, que era muy evidente, sino también porque arrancó con la proyección de un vídeo de unos 20 minutos para que los dos mandatarios europeos tuvieran que ver los horrores del ataque terrorista de Hamás.
Sánchez y De Croo quedaron muy impactados, mientras Netanyahu les iba explicando detalles. Son imágenes explícitas, muertes de adultos y niños grabadas por cámaras de las casas y de los propios terroristas, que en algunas se vanaglorian de la matanza. Luego Sánchez y De Croo visitaron el kibutz con un militar israelí que les iba lanzando la misma idea que Netanyahu: “es un mal puro, mataron incluso a los perros, es inimaginable tanta maldad”. Sánchez y De Croo no cambiaron su idea política, esto es, que nada justifica el bombardeo de civiles y la muerte de miles de niños, pero las autoridades israelíes sí consiguieron que los dos líderes entiendan la conmoción absoluta que ha causado en Israel la matanza y los deseos de venganza y, sobre todo, de acabar con Hamás que ha provocado.
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Netanyahu no quiere una conferencia de paz
“Es lógico empatizar después de ver ese vídeo”, explicaba el presidente. Los dos fueron después a Ramala para entender también la visión palestina, pero lo que no pudieron hacer es entrar en Gaza —Israel no autoriza a nadie a hacerlo, salvo incursiones muy restringidas y breves de la prensa internacional con el ejército israelí— para entender también el sufrimiento de los palestinos atrapados en la Franja. Sánchez y De Croo no consiguieron convencer a Netanyahu de la idea de rebajar la tensión y pensar en una conferencia de paz. “Él está en una posición bélica. Está en una guerra, aunque ahora hay expectativas con este alto el fuego. Tienen la cabeza en eso, no está pensando en ninguna conferencia de paz. Ellos quieren una solución que implique un mutuo reconocimiento”, insiste Sánchez. Esto es, que los palestinos reconozcan a Israel.
La etapa final del viaje ha incluido una reunión en El Cairo con Abdelfatá Al Sisi, el mandatario egipcio, que está teniendo un papel importante en la crisis. Al Sisi insistió en que su país rechaza de plano la posibilidad de que haya un desplazamiento de gazatíes hacia Egipto. Su régimen teme que la entrada masiva de refugiados con fuerte presencia de Hamás entre ellos desestabilice su país. “No vamos a aceptar un desplazamiento forzoso que lleve a problemas de seguridad como están teniendo Libia o Yemen, ya le avisé a [al presidente de EE UU, Joe] Biden y él esta de acuerdo”, dijo. Al Sisi agradeció mucho a Sánchez “sus posiciones sobre la situación en Gaza” y recordó que hay más de 50.000 viviendas destruidas en la Franja por los bombardeos. Al Sisi recordó que la comunidad internacional lleva 30 años hablando de la solución de los dos Estados y no ha conseguido ningún avance.
Las posiciones del español, el belga y el egipcio parecían cercanas, sobre todo con la idea de reconocer el Estado palestino. Pero su tono pesimista muestra que será muy difícil llegar a esa solución. El mensaje del viaje es que España sigue siendo aliada de Israel, pero quiere liderar los esfuerzos para convencerle de que no podrá extirpar el terrorismo por la fuerza y de que su reacción está siendo desproporcionada.
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