Pedro Acosta Sánchez (Puerto de Mazarrón, Murcia; 19 años) ha necesitado tan solo tres temporadas en el Mundial para convertirse en bicampeón del mundo y firmar el salto a MotoGP. El flamante campeón de Moto2, que se coronó con su segunda posición en el GP de Malasia, su decimocuarto podio del año, llega a la categoría reina con la misma etiqueta de fenómeno que en el pasado acompañó a Marc Márquez, Valentino Rossi y otros grandes campeones. El dominio exhibido por este murciano elocuente y simpático desde su irrupción en el certamen resulta insólito. Acumula ya 16 victorias y 27 podios en 54 carreras. Su estrella se pudo intuir ya en su segunda carrera mundialista.
Partía del pit-lane, con 16 años, bajo los focos de Doha (Qatar), y ese niño remontó de la última a la primera posición batiendo a un grupito de ocho contrincantes. “No fue porque ganó, sino por cómo ganó. Ese es su verdadero valor, entonces y hoy, ¡cómo lo hace!”, afirma en conversación con EL PAÍS Jaime Alguersuari, expiloto, periodista y autor de la biografía del piloto. En 2021, Acosta escribió su propio capítulo en el libro de récords al convertirse en el primer y único debutante en encadenar cuatro podios consecutivos -un segundo y tres victorias- en sus cuatro primeras carreras en Moto3. Por tan solo un día, cosas del destino, no batió a Loris Capirossi como el campeón más joven de la historia.
“Es un piloto diferente, eso está claro”, decía por entonces Aki Ajo, expiloto finlandés y jefe de equipo que ha sido mentor de varios campeones, entre ellos Marc Márquez. “Se parecen en algunas cosas, aunque son diferentes”, aseguraba su jefe de equipo. “Pedro es muy matemático. Administra muy bien y es más frío”, apunta Alguersuari. “Márquez solo hay uno, y para mí las comparaciones son odiosas. Cada uno es único, y Pedro solo hay uno”, explica Pedro Acosta padre a este periódico. Su hijo sí ha reconocido fijarse mucho en el estilo del ocho veces campeón del mundo, que ha salpimentado con detalles de Casey Stoner y Kevin Schwantz, el ídolo de su progenitor, en su camino hacia la gloria.
Solo una lesión entrenando con la moto de cross frenó a Acosta en su primer año en Moto2. En el segundo ha arrasado y se ha ganado el ascenso el año que viene a MotoGP con el equipo GasGas, el equipo satélite de la austríaca KTM. Esta temporada ha ganado siete citas en 18 paradas del calendario y ha subido otras siete veces al podio. Su talento natural explica una parte, pero su verdadero don ha sido y es el trabajo a destajo. “Tiene una mente muy fría, y a la hora de trabajar solo piensa en superarse. Siempre ha estado obsesionado”, destaca Paco Mármol, su entrenador y mano derecha hasta hace cosa de un año. “De pequeño, lo más impresionante era su actitud y carácter. Nunca aflojaba, y siempre pedía una vuelta más cuando los otros niños estaban pensando en parar para poder beber agua”, recuerda.
El hechizo empezó con una moto china que le compró el padre y unas tandas en el circuito de Cartagena. De orígenes humildes, la formación de Acosta la costeó el dinero del ‘Peretujo’, el barco de la familia. Aportaron también la cofradía, los amigos y alguna que otra beca de la Cuna de Campeones en Valencia. “Aquí había gente que ni sabía lo que eran las motos, y ahora hay ancianas que dejan de hacer la comida para poner las carreras de mi hijo”, comenta orgulloso Pedro, el padre. En Puerto de Mazarrón, un pequeño pueblo de 10.000 habitantes, viven fascinados con su campeón. Recuerda, cómo no, al caso de Cervera con Márquez o Tavullia con Rossi.
Los paralelismos entre Acosta y talentos que luego hicieron historia no son pocos. “Es la edad, son los hechos y sus consecuencias. Son excepcionales”, señala Alguersuari. “¿Qué hacías tú a los 19 años?” Acosta respondería que simplemente se dedica a entrenar. “Si no puede estar en pista, va en bicicleta, al gimnasio, hace trial, ‘dirt-track’, hasta parece excesivo. Desde pequeñito ha estado muy centrado en su trayectoria y siempre está buscando qué puede mejorar”, apunta su progenitor. Esta temporada, la familia le pidió a su hijo que al menos se tomara libres los domingos sin carrera, de lo poco que ha concedido el chaval.
Otra característica que hace lucir al nuevo campeón es su actitud contraria al buenismo que impera ahora mismo en la categoría reina. Él no conoce amistades en los circuitos, y cuando ve por televisión las carreras echa de menos duelos volcánicos como los que protagonizaron en su día algunos de sus ídolos. “Ahora todos son amigos, todos tienen buena relación, pero la gente quiere ver peleas como Pedrosa y Lorenzo, Rossi y Márquez… la gente quiere esto, batallas, celebraciones”, decía en una aparición reciente en el podcast Last on the Brakes. El talento murciano no mide sus palabras, y siempre dice lo que piensa. “Lo bueno que tiene mi hijo es que es transparente, a veces demasiado. No piensa en ser correcto, él es así en su día a día. Es su personalidad. No tiene filtros, no es un bien queda”, reconoce el padre.
La llegada del Tiburón de Mazarrón a MotoGP aporta un elemento en peligro de extinción en la categoría. “Es un tipo de la vieja escuela, uno de los últimos vaqueros”, resume Ajo. “Aquí no venimos para hacer amigos”, constata el murciano. Ahora, coronado ya como el campeón más joven de la era Moto2, cuenta los días para subirse a su nueva bestia durante los test de Valencia de MotoGP, a finales de mes, tras la última carrera del año, el 26 de noviembre.
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