Estados Unidos, principal aliado de Israel y suministrador de armas en la presente contienda, sigue aireando su descontento en cuanto a la evolución de la guerra en Gaza, que el jueves entrará en su tercer mes. Las divergencias con las autoridades israelíes son más patentes desde que el viernes las partes enfrentadas pusieron fin a una semana de alto el fuego y se retomaran los ataques sobre la Franja en paralelo al lanzamiento de cohetes desde ese territorio hacia Israel. En las últimas horas, los muertos ascienden en el enclave palestino a 316, según informó el Ministerio de Sanidad en la tarde del domingo. Anteriormente, por la mañana, la cifra ofrecida fue de más de 700 en las últimas 24 horas, según un portavoz del Gobierno local, en manos de Hamás, en declaraciones a la cadena Al Jazeera.
Pero la presión desplegada por EE UU para que las tropas israelíes minimicen las víctimas civiles y desbloqueen la ayuda humanitaria no se ve reflejada en la forma en la que el ejército ha retomado los bombardeos tras ese periodo de calma. Estos tienen lugar no solo en las localidades sureñas de Jan Yunis y Rafah, donde se han ido asentando cientos de miles de desplazados empujados por Israel desde otras zonas, sino también en el norte, como ha ocurrido este domingo en una zona residencial del campo de refugiados de Yabalia.
“El sistema sanitario está colapsado” con respecto a los días del alto el fuego, lamenta a través del teléfono el doctor Ahmed Al Mokhallalati desde el hospital Europeo de Jan Yunis, hasta donde no pueden llegar por el bloqueo militar israelí equipos médicos desde zonas del centro de la Franja como Nuseirat, Al Bureij o Deir El Balah. “Estamos sobrecargados de pacientes. Tenemos capacidad para 240, pero estamos tratando un millar. Cada vez que hay un ataque, el número de personas que llegan es mayor y apenas tenemos espacio para atenderlos”, añade. “Esta mañana luchábamos como podíamos con la situación en los quirófanos sin enfermeros ni equipo de anestesistas”, describe.
Altos funcionarios estadounidenses como la vicepresidenta, Kamala Harris, que alertó de que “demasiados civiles inocentes han sido asesinados”, o el secretario de Defensa, Lloyd Austin, para quien la protección de la vida de los civiles palestinos es una “responsabilidad moral y un mandato estratégico”, han elevado el tono frente a los planes del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
La Administración que dirige el presidente Joe Biden ha recordado al mandatario israelí que, frente a su idea rupturista, la única salida a la contienda es contando con la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Este organismo, según la Casa Blanca, deberá regir los designios de manera conjunta de Cisjordania y Gaza como una misma unidad administrativa que lleve a la consecución de un Estado propio por el camino de la autodeterminación. Durante una intervención en California, Austin advirtió de que “solo se puede ganar la guerra urbana protegiendo a los civiles” y reclamó también a Israel que permita el acceso de la ayuda humanitaria, ralentizado tras el fin del alto el fuego.
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Estas diferencias entre aliados afloran tras las advertencias que ya realizara el secretario de Estado, Antony Blinken, de visita en Israel el viernes, pocas horas antes de que la tregua saltara por los aires. “La magnitud del sufrimiento de los civiles y las imágenes y vídeos procedentes de Gaza son devastadores”, alertó Kamala Harris desde Dubái, donde asistió a la cumbre del clima. Las víctimas mortales en Gaza por ataques de Israel casi alcanzan las 16.000, dos tercios de ellos menores y mujeres, desde que el 7 de octubre comenzara la guerra con la matanza de 1.200 personas perpetrada por Hamás en territorio israelí, de donde, además, se llevó 240 rehenes. Solo 105 fueron liberados durante la tregua en intercambios por prisioneros palestinos. Estados Unidos no duda del derecho de Israel a defenderse, a acabar con el Movimiento de Resistencia Islámico (Hamás) y traer de vuelta a todos los secuestrados, pero, al mismo tiempo, como dijo Harris, denuncia el excesivo número de víctimas que nada tienen que ver con el movimiento armado islamista.
“Debe hacer más para proteger a civiles inocentes”
En este sentido, añadió la vicepresidenta, Israel tiene derecho a atacar “objetivos militares” para acabar con Hamás, pero no puede dejar de lado la legislación internacional humanitaria que rige en los conflictos armados, insistió Harris, por lo que “debe hacer más para proteger a civiles inocentes”. La vicepresidenta dijo que, tras la actual contienda, tres deben ser los pilares de la nueva realidad regional. Por un lado, la reconstrucción, centrada en viviendas, hospitales, instalaciones eléctricas o suministro de agua, todas gravemente dañadas durante la operación militar israelí. Segundo, la seguridad, de la que deben formar parte los agentes de la ANP con un posible apoyo internacional, aunque nunca con “los terroristas” de Hamás. Y tercero, el Gobierno, que ha de estar encabezado por una revitalizada ANP a la que se permita regir los designios de Cisjordania y Gaza como una misma unidad administrativa.
Kamala Harris reconoció que mantiene contactos con el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, para lograr una nueva tregua, pero, por el momento, no hay señales de que los principales países mediadores (Qatar, Egipto y EE UU) vayan a conseguirlo. Netanyahu retiró el sábado su equipo de Qatar ante la aparente falta de resultados.
“Cancelar las negociaciones es una táctica de negociación clásica”, sostiene Hershon Baskin, que ha participado por parte israelí en anteriores negociaciones con Hamás. “Las negociaciones continuarán. (…) Hamás exige un precio más alto. Israel necesita tomar decisiones difíciles”, señala a través de su cuenta de X. Israel estaría tratando de incluir nuevas categorías de rehenes en la lista de los que quedan por liberar, como son hombres de avanzada edad o mujeres soldado, según fuentes citadas por el diario Haaretz. El movimiento islamista, por su parte, presiona para elevar el nivel de liberación de detenidos en prisiones de Israel y ganar tiempo con un nuevo alto el fuego, según expresó uno de sus jefes políticos, Saleh Al Aruri, desde Líbano en una entrevista con Al Jazeera.
Sin referirse a los cientos de víctimas civiles de las que informaron las autoridades de Gaza, el ejército israelí dijo que había eliminado a cinco “terroristas” de Hamás mediante un ataque con dron y que sus aviones y helicópteros, desde el aire, y sus barcos, desde el mar, seguían golpeando su infraestructura de túneles y almacenes de armas. En total, desde el comienzo de la guerra, han descubierto 800 túneles y destruido 500.
El portavoz en árabe de las tropas, Avichay Adraee, publicó en la red social X (antes Twitter) un pasquín con el rostro de 11 supuestos integrantes de Hamás, de los que dos habrían sido ya eliminados, en el que pide al resto que se entreguen si no quieren correr la misma suerte. Previamente, advirtió a los vecinos de seis zonas del sur que se alejaran ante el riesgo de ser víctimas de los bombardeos. Como en anteriores ocasiones, el ejército disfraza sus amenazas de eufemismos como “les invitamos a trasladarse a los conocidos refugios para desplazados internos”, según se lee en el tuit de Adraee.
El doctor Ahmed Al Mokhallalati alerta de la llegada de cada vez más ciudadanos empujados por las órdenes del ejército israelí hasta el hospital donde él trabaja, el Europeo de Jan Yunis. Se trata, explica, de “gente que ya había sido evacuada de otras zonas de Gaza, lo que hace todo mucho más complicado porque tenemos que acabar encargándonos también de ellos”. “La situación es muy delicada. Los israelíes nos tratan como si fuéramos números. Somos seres humanos, familias, gente que busca refugio en el hospital”, añade Al Mokhallalati, uno de los facultativos que vivió el asalto de las tropas israelíes al mayor hospital de Gaza, el Al Shifa, en el norte de la Franja.
Como ya ocurriera allí, estos hospitales del sur sufren también ahora la ofensiva de las tropas. El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, dijo este domingo en su cuenta de la red social X: “Las condiciones son más que inadecuadas, inimaginables para la prestación de atención médica”.
Solo en el hospital Nassar (Jan Yunis), los 1.000 pacientes que acogen las instalaciones triplican la capacidad para las que están diseñadas, según informó el equipo de esta agencia de la ONU desplazado hasta allí el sábado. A ellos se unen todos los ciudadanos, muchos de ellos desplazados desde otros lugares de la Franja, que buscan refugio y que ocupan “cada rincón” mientras, a su alrededor, “los pacientes son atendidos en el suelo entre gritos de dolor”.
James Elder, portavoz de Unicef, describe el interior de ese hospital: “Dondequiera que vayas, hay niños con quemaduras de tercer grado, heridas de metralla, lesiones cerebrales y huesos rotos”. En declaraciones a Al Jazeera, habla también de “madres llorando por niños que parecen estar a horas de la muerte”. En su perfil de la red social Instagram, donde aparece uno de esos menores quemados, asegura que “hoy la guerra contra los niños es más intensa que nunca”. Ese chaval es Mohamed, de nueve años, que antes de la guerra era el mejor estudiante de su clase, según una de las imágenes que publica con su diploma junto a la que lo muestra ingresado en una cama del hospital Nassar. “Toda su familia ha sido asesinada”, añade Elder.
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