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Namibia, el equipo fijo del Mundial de rugby que solo sabe perder | Deportes

Namibia, el equipo fijo del Mundial de rugby que solo sabe perder | Deportes

El martirio de Namibia en el Mundial de Rugby apenas ha durado 18 días, tiempo suficiente para que la primera selección que completa su calendario haga las maletas con cuatro derrotas. La rutina de un fijo en la gran cita planetaria del rugby –lleva siete ediciones seguidas– pese a sus pésimos registros. Es el único combinado que solo sabe perder, el resultado en sus 26 encuentros disputados desde 1999. Así es la historia de un país despoblado, con estructuras amateur, y excluido en la práctica del calendario internacional.

La vecindad con Sudáfrica llevó el rugby a Namibia. Aquellos emigrantes hicieron lo justo para convertir al país en el segundo referente africano tras los Springboks, tres veces campeones del mundo. Ese reparto global de las plazas para el Mundial otorga a los namibios un lugar fijo. Actualmente, ocupan el vigesimoprimer puesto del ranking mundial, por detrás de EEUU o España –dos países sin presencia en Francia– pero diez puestos por delante del siguiente africano, Zimbabue. Kenya, que ha obtenido resultados prometedores en el formato de rugby a siete, más atlético, no es por el momento rival en el XV.

El problema de Namibia es la falta de jugadores, con menos de mil fichas. Es el reflejo del segundo país con menos densidad de población del mundo, 2,53 millones de habitantes para un extenso territorio con muchas zonas desérticas: apenas 2,7 habitantes por kilómetro cuadrado. La capital, Windhoek, es el centro neurálgico, pero cualquier comunicación desde ahí es una aventura. Hacia la costa atlántica, hay que conducir cuatro horas para entrenar; hacia el norte, cinco; y por el sur, la zona más árida, hasta siete. “Vivan donde vivan los jugadores, es un sacrificio, eso habla de su resiliencia y de cuánto aman el rugby”, subraya su seleccionador, Allister Coetzee, que lo conoce bien, pues también fue internacional.

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Tras caer derrotada ante Italia (52-8), Nueva Zelanda (71-3), Francia (96-0) y Uruguay (36-26), deja el torneo con un balance de 255 puntos encajados y 37 anotados. No es la peor sangría de una selección que cayó 142-0 ante Australia en 2003, un ensayo cada cuatro minutos. “El éxito para Namibia es superar todos los obstáculos y llegar a un Mundial por séptima vez. Hay un par de grandes países que no tienen la suerte de estar aquí”, argumenta Coetzee. De sus 33 jugadores, apenas unos pocos juegan en ligas de primer nivel: el talonador Torsten van Jaarsveld (Bayonne, Top 14 francés), el capitán Johan Deysel (Pro D2, la segunda categoría francesa) o Richard Hardwick, exinternacional australiano que juega en el Super Rugby con los Rebels en Melbourne.

Es la viva imagen de un equipo con jugadores amateur, pues sus ingresos parten de otros empleos. El centro Alcino Izaacs asegura que “se trata de disfrutar y del amor por el juego”. Muchos pasan directamente de los colegios al sistema de rugby. En parte porque la liga local apenas tiene cinco equipos y no hay estructuras de cantera. Para completar una jornada laboral que oscila entre las 8:00 y las 17:00 horas, lo habitual es que los internacionales vayan a primera hora al gimnasio y entrenen con balón por la tarde. Muchos se las han deseado para conseguir un mes libre en el trabajo y poder competir en Francia.

Es el fracaso de World Rugby a la hora de integrar a Namibia en el ecosistema internacional. Solo han jugado 11 partidos desde el Mundial de 2019 –el calendario anual de cualquier selección–, todos fuera de su país. Para preparar el torneo, algunos jugadores han competido con los Welwitschias, un equipo de la segunda división sudafricana. “El gran problema del rugby namibio es la falta de competición. Necesitamos más partidos internacionales contra equipos europeos. Si miras a los dos últimos años, cómo ha mejorado Georgia, los equipos sudamericanos o selecciones como España o Portugal, es porque juegan regularmente unos contra otros. Es algo que estoy seguro que World Rugby revisará”, apuntaba su seleccionador antes del partido del miércoles contra Uruguay.

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Fue la derrota más honrosa de su historia. Namibia anotó en el primer minuto tras una intercepción de Gerswin Mouton y se puso 14-0 a los diez tras otro ensayo de J.C. Greyling. Mantuvieron la ventaja al descanso (20-12) ante un rival que venía de poner en apuros a Francia e Italia, pero la disciplina volvió a condenarles tras la expulsión de Des Sethie por un placaje alto y las amarillas –diez minutos de sanción en el banquillo– de Johan Coetzee y Tjiuee Uanivi. Esto se suma a la expulsión de su capitán en el partido ante Francia por un peligroso golpe cabeza contra cabeza que fracturó el pómulo de Antoine Dupont, la gran estrella anfitriona. Un lance que se ha resuelto con cinco partidos de sanción y que no ha ayudado a la imagen internacional de la selección.

Los 26 puntos que anotó ante Uruguay fueron la mejor anotación de Namibia en un Mundial. Estuvieron cerca de rozar la victoria en 2015 ante Georgia en un duelo que solo perdieron de uno (16-17) y la estadística les da un consuelo anecdótico, el empate a cero que registran los libros por el duelo ante Canadá que no pudo jugarse en Japón 2019 por el tifón Hagibis. Tendrán que esperar cuatro años más para ganar.

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